
¿Comunidades de extraños por una sociedad de iguales?

¿Comunidades de extraños por una sociedad de iguales?
En las sociedades de capitalismo avanzado, el estallido de la crisis de 2008 supuso la agudización y manifestación de las dinámicas de exclusión social que se venían produciendo desde el fin de la era industrial y el abandono del paradigma fordista-keynesiano. En España, concretamente, las transformaciones vividas en la esfera de la economía (desindustrialización, financiarización y avance del sector servicios) el trabajo (segmentación del mercado, precarización laboral, desempleo de larga duración), el Estado (subsidiarización de los sistemas de bienestar) y en las estructuras demográfica (fenómenos migratorios masivos) y cultural (cambio en las pautas familiares y en los estilos de vida) habían sentado las bases para una sociedad más fragmentada y desigual, con nuevas vulnerabilidades emergiendo entre capas de población hasta entonces perfectamente integradas. En este escenario, la presente investigación sostiene que la “metamorfosis de la cuestión social” ha conducido a la aparición de un nuevo “doble movimiento”, en términos de Polanyi, en tanto que la ciudadanía se ha visto empujada a buscar nuevas formas de organizarse ante la evolución de los riesgos sociales y el deterioro de los mecanismos de protección e integración social asociados a las instituciones de la primera modernidad (Estado, familia y comunidad tradicional). En base al trabajo de campo realizado entre 2014 y 2016, y que abarcaría a un conjunto de 12 iniciativas ciudadanas, en las ciudades de Madrid y Barcelona, esta obra concluye que la principal contribución de la ciudadanía madrileña y barcelonesa en la búsqueda de soluciones ante las nuevas dinámicas de exclusión social, durante la crisis de 2008, ha sido la creación de nuevas formas de “vinculación seguras” que han satisfecho, en mayor o menor medida, la creciente necesidad de protección y reconocimiento de la población movilizada. El hecho de que la participación ciudadana se haya visto atravesada por una praxis política más pragmática que ideológica, a raíz de las movilizaciones del 15M y de las consignas del movimiento antiglobalización de la década anterior, ha permitido aglutinar una fuerza social más diversa, en la que las nuevas vulnerabilidades se han encontrado con las viejas marginalidades, dando lugar a nuevas formas de comunidad inclusivas. Las iniciativas estudiadas, sea cual fuere el ámbito de acción y su voluntad de afectar o no a la Institución, han tenido como base elemental, a la hora de organizarse, una estrategia de apoyo mutuo basada en el cultivo de la empatía, la tolerancia y la solidaridad, lo cual ha permitido generar nuevos espacios de socialización segura, invirtiendo las dinámicas de descualificación y desafiliación social asociadas a las dinámicas de exclusión. Esta es la base que reivindican los propios colectivos ciudadanos en su papel como impulsores de procesos de democratización política y “familiarización” de la vida pública. Una solución real a las dinámicas de exclusión social, en ámbitos como el trabajo o en recursos básicos como la salud o la energía está lejos del alcance de la ciudadanía, razón por la cual, ésta actúa un agente de presión ante las instituciones o un espacio de experimentación con nuevas prácticas de organización a escala comunitaria. En este proceso, la ciudadanía está transformando los escenarios de reproducción social; ya sea a escala informal, generando cambios en las formas de socialización a escala vecinal o comunitaria; o a nivel institucional, recomponiendo los mecanismos de protección e integración social con nuevos dispositivos que mejoran el alcance y la adaptabilidad de los sistemas de bienestar social ante los nuevos riesgos.
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