Hoy todos los habitantes de esta inexplicable ciudad
rompen los espejos de sus casas
los sacan a balcones, puertas y ventanas
y al pasar
veo mi rostro fragmentado
Huelo desde la distancia
la costra del juicio
cojo peso
según la gravedad del pensamiento
tropiezo en cada esquina hasta que pienso
si no es mejor sentarse a esperar que la ciudad sea polvo
pasto de los vientos
Me sostengo clavando la mirada en los tejados
y las chimeneas
y los gatos o las gárgolas
ramas y pájaros
de árboles sin tronco y sin raíces
que no caen porque están más muertos de pie
Y estrecho la mano de los hombres
y beso en la mejilla a las mujeres
salgo del museo de las calles
solo buscaba el sol
tras un cielo de pasiones
quieto como un lagarto