A tus pies vuelvo, cual peregrino
a venerar tu cara roja de otro tiempo
y ese murmullo quedo, que es tu memoria
en cada puerta, que es tu boca y las ventanas de tu piel
Las aguas que defiendes bajan pobres,
pero aun peinan el desorden de la urbe que te ha visto florecer
y el lunar, de cada noche a esta hora, emerge en ti,
cual espejo de Dios, tú, gran espejo de mí.